Estás solo,
pero está bien.
Quizá estás
tirado en tu cama mirando al techo, observando la vida pasar y contando los
respiros que hacen falta para que te mueras.
Quizá estás
recordando cosas de hace nueve, siete, o cinco años.
Quizá estás
observando tus venas, pensando cuál es la que te causaría que te desangres más
rápido y sin dolor.
Quizá sólo
estás ahí, tirado, acostado sin pensar en algo en particular.
Hoy la vida
continua, el sol sale nuevamente y tienes el lujo, el placer, la oportunidad de
respirar de nuevo.
Hoy la
soledad se posa sobre tu cama y te acaricia con sus fríos dedos.
Estás solo,
pero está bien.
La vida
sigue, tus amigos crecen y se distancian pero lo hacen para bien… o por lo
menos eso se les desea.
Tu familia
crece y a la par disminuye. Quizá hace un par de años falleció una tía y hace
un par de meses nació un sobrino o primo más.
Quizá
alguien que consideraste el amor de tu vida se va a casar con alguien que no
eres tú o quizá decidió adentrarse en el mundo de ser padre o madre y ahora
espera un hijo.
Y tú sigues
aquí, sin pareja, sin hijos, sin mascotas.
Estás aquí,
existiendo entre libretas, papeles en el suelo y alguno que otro hábito
negativo pendiente por corregir.
Estás solo,
pero está bien.
Cada paso
que has dado. Cada enfermedad, accidente o decepción de la que te has levantado
te convierte en la prueba viviente de que eres fuerte, que no eres una bolita
de algodón y que puedes sobrellevar la vida.
Toda esa
presión te ha convertido en un diamante en bruto, la vida te ha regalado un par
de años más para que tomes la iniciativa de pulirte día con día para alcanzar
tu potencial completo, hasta ser un diamante por completo.
Tienes
sueños, metas, deseos y objetivos por cumplir, levántate todos los días, sonríe
aunque te salga forzado y siempre recuerda.
Estás solo,
pero está bien.
Mikapiensa
13/Junio/2018
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