Grietas Emocionales I
Entre mis grietas
se me escapa brea, hielo y cenizas.
El corazón es una llama que arde.
El agua emana de mi rostro, de mi
espalda.
Mezclo ceniza con tierra
aprisionando en mis puños
ha de cristalizarse.
Aquí nadie voltea a ver sirenas
el vino y el queso está podrido.
Ojos de gitana que cortan
este cuerpo lesionado.
Gritos envasados al vacío.
Nadie escucha lo que no le importa.
Le importan más los que le siguen
que yo
que la he amado.
Escenarios esquizoides ruedan
eran bolita. Que sopesan
escenarios inexistentes.
Sirenas que nunca escuche
me llaman su fan.
Con cantos
tan parcos
tan intrascendentes
tan ególatras.
Si migrara hacia el desierto
de arena blanca, quizá sería feliz.
Si me sumergiera en los arrecifes
de coral, podría contraer nupcias
gratas.
— ¿Cómo estás? —. Me pregunta una
secretaria.
— Cansado, estoy roto y cansado —.
Responden mis ojeras.
Quiero llorar por todo lo que he
perdido
por todo lo que no salvo ni se salva.
Que mi llanto riegue
las hectáreas de silencio
que me han obsequiado.
Miro hacia con Dios
decepcionado.
Que costumbre tan salvaje
esa de abandonar a tus hijos.
Carlos, abrázame que quiero llorar
pero no encuentro lecho para mi alma
quebrantada.
Lo que más duele…
no, lo que más hiere
es el abandono.
Fragmentos punzocortantes
ardientes de lo que alguna vez
fueron promesas.
Diálogos ajenos bajo la lengua.
Hoy Atenea ataca por la espalda.
La rabia del pasado
con esa espuma
he tejido este manto.
¿Y mi existencia?
Cimentada en una falacia.
¿Por qué me dejó?
De joderme mejor
colera
arráncame ¿no?
Polvo, eso es lo que soy.
“Si no me importaras no te buscaría,
¿no crees?”
De nuevo entrego mi cuerpo para los
cuervos.
Cuerpos que jamás he de tocar.
Sísifo, me condenaron a ser yo
mismo.
¿Fue Dios o fue Soledad?
— Mikhael Gray
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